La rosa con su fragancia
a los jardines perfumó
a las abejas y al colibrí
su néctar dulce les dio.
altares y ermitas adornó
a la Virgen María y al Niño
su belleza y aroma ofrendó,
pero un día oscuro y triste
su lozanía se marchitó
y el mundo pérfido e ingrato
no reconoció su valiosa e inmensa labor.
Lo mismo le pasó a la ostra,
que desde niña su caparazón formó
y guardando en su interior
el más preciado tesoro
como crisol y hornaza
entre oro y plata
esa espléndida joya engendró,
¡ La Perla !
Que con celo en su interior guardó,
para que los hombres
disfrutaran su esplendor,
y las mujeres con orgullo
lucieran colgada en su esbelto y terso cuello.
Igual le sucedió al anciano
siendo mozo diligente
con su trabajo creativo
riqueza y bienestar generó,
pero un día envejeció
ya arrugada su frente,
su cabellera plateada,
su caminar lento,
muy triste se sintió
cuando el mundo ingrato lo rechazó
y el pobre anciano se murió
de tristeza y de dolor.
Igual le pasó a mis niños
de mí América Latina,
siendo tiernos retoños de su madre
con ternura en sus brazos arrulló
amamantándolos con amor,
para que no murieran de hambre, tristeza y desolación.
Pero la vida vil y cruel
preñada de injusticia, violencia y miseria,
de sus brazos arrancó
y nadie derramó
una lágrima de amor
a excepción de aquella que los procreó.
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