martes, 29 de diciembre de 2009

MORA

Mora, fruta fresca y deliciosa,
que un día recogí en el moral
allá aledaño al cañaveral,
muy cerca del mar,
en una noche sensual
bajo una luna de plata,
y en medio de una lluvia de estrellas
bañaba con su tenue luz 
tu sedosa cabellera.

Tus ojos brillaban como dos centellas
iluminando el firmamento,
tapizados de luceros y cometas.

Tus labios rojos como zarzamora
dulce y agradable a mi paladar,
calman mi sed de amor y pasión. 
Y tu sonrisa trae regocijo a mi alma,
paz y sosiego a mi espíritu.